miércoles, 28 de octubre de 2009

Ventanas Iluminadas

La otra noche me decía el amigo Feilberg, que es el coleccionista de las historias más raras que conozco:
-¿Usted no se ha fijado en las ventanas iluminadas a las tres de la mañana? Vea, allí tiene argumento para una nota curiosa.
Y de inmediato se internó en los recovecos de una historia que no hubiera despreciado Villiers de L'Isle Adam o Barbey de Aurevilly o el barbudo de Horacio Quiroga. Una historia magnífica relacionada con una ventana iluminada a las tres de la mañana.
Naturalmente, pensando después en las palabras de este amigo, llegué a la conclusión de que tenía razón, y no me extrañaría que don Ramón Gómez de la Serna hubiera utilizado este argumento para una de sus geniales greguerías.
Ciertamente, no hay nada más llamativo en el cubo negro de la noche que ese rectángulo de luz amarilla, situado en una altura, entre el prodigio de las chimeneas bizcas y las nubes que van pasando por encima de la ciudad, barridas como por un viento de maleficio.
¿Qué es lo que ocurre allí? ¿Cuántos crímenes se hubieran evitado si en ese momento en que la ventana se ilumina, hubiera subido a espiar un hombre?
¿Quiénes están allí adentro? ¿Jugadores, ladrones, suicidas, enfermos? ¿Nace o muere alguien en ese lugar?
En el cubo negro de la noche, la ventana iluminada, como un ojo, vigila las azoteas y hace levantar la cabeza de los trasnochadores que de pronto se quedan mirando aquello con una curiosidad más poderosa que el cansancio.
Porque ya es la ventana de una buhardilla, una de esas ventanas de madera deshechas por el sol, ya es una ventana de hierro, cubierta de cortinados, y que entre los visillos y las persianas deja entrever unas rayas de luz. Y luego la sombra, el vigilante que se pasea abajo, los hombres que pasan de mal talante pensando en los líos que tendrán que solventar con sus respetables esposas, mientras que la ventana iluminada, falsa como mula bichoca, ofrece un refugio temporal, insinúa un escondite contra el aguacero de estupidez que se descarga sobre la ciudad en los tranvías retardados y crujientes.
Frecuentemente, esas piezas son parte integral de una casa de pensión, y no se reúnen en ellas ni asesinos ni suicidas, sino buenos muchachos que pasan el tiempo conversando mientras se calienta el agua para tomar mate.
Porque es curioso. Todo hombre que ha traspuesto la una de la madrugada, considera la noche tan perdida, que ya es preferible pasarla de pie, conversando con un buen amigo. Es después del café; de las rondas por los cafetines turbios. Y juntos se encaminan para la pieza, donde, fatalmente, el que no la ocupa se recostará sobre la cama del amigo, mientras que el otro, cachazudamente, le prende fuego al calentador para preparar el agua para el mate.

Y mientras que sorben, charlan. Son las charlas interminables de las tres de la madrugada, las charlas de los hombres que, sintiendo cansado el cuerpo, analizan los hechos del día con esa especie de fiebre lúcida y sin temperatura, que en la vigilia deja en las ideas una lucidez de delirio.
Y el silencio que sube desde la calle, hace más lentas, más profundas, más deseadas las palabras.
Esa es la ventana cordial, que desde la calle mira el agente de la esquina, sabiendo que los que la ocupan son dos estudiantes eternos resolviendo un problema de metafísica del amor o recordando en confidencia hechos que no se pueden embuchar toda la noche.
Hay otra ventana que es tan cordial como ésta, y es la ventana del paisaje del bar tirolés.
En todos los bares "imitación Munich" un pintor humorista y genial ha pintado unas escenas de burgos tiroleses o suizos. En todas estas escenas aparecen ciudades con tejados y torres y vigas, con calles torcidas, con faroles cuyos pedestales se retuercen como una culebra, y abrazados a ellos, fantásticos tudescos con medias verdes de turistas y un sombrerito jovial, con la indispensable pluma. Estos borrachos simpáticos, de cuyos bolsillos escapan golletes de botellas, miran con mirada lacrimosa a una señora obesa, apoyada en la ventana, cubierta de un extraordinario camisón, con cofia blanca, y que enarbola un tremendo garrote desde la altura.
La obesa señora de la ventana de las tres de la madrugada, tiene el semblante de un carnicero, mientras que su cónyuge, con las piernas de alambre retorcido en torno del farol, trata de dulcificar a la poco amable "frau".
Pero la "frau" es inexorable como un beduino. Le dará una paliza a su marido.
La ventana triste de las tres de la madrugada, es la ventana del pobre, la ventana de esos conventillos de tres pisos, y que, de pronto, al iluminarse bruscamente, lanza su resplandor en la noche como un quejido de angustia, un llamado de socorro. Sin saber por qué se adivina, tras el súbito encendimiento, a un hombre que salta de la cama despavorido, a una madre que se inclina atormentada de sueño sobre una cuna; se adivina ese inesperado dolor de muelas que ha estallado en medio del sueño y que trastornará a un pobre diablo hasta el amanecer tras de las cortinas raídas de tanto usadas.
Ventana iluminada de las tres de la madrugada. Si se pudiera escribir todo lo que se oculta tras de tus vidrios biselados o rotos, se escribiría el más angustioso poema que conoce la humanidad. Inventores, rateros, poetas, jugadores, moribundos, triunfadores que no pueden dormir de alegría. Cada ventana iluminada en la noche crecida, es una historia que aún no se ha escrito.



*De Aguafuertes Porteñas, Roberto Arlt

jueves, 23 de julio de 2009

No Sea Hijo de Puta

lunes, 29 de junio de 2009

Encuentros

Una mañana, tendría yo once o doce años, me peleé, por motivos que ya no recuerdo bien, con un muchachito de mi edad. De pronto logré ponerle las manos en el cuello y apreté, muy fuerte. Dejó de oponer resistencia. Creí que lo había matado; desesperado, me arrodillé en medio de la calle y me puse a rezar. Pero lo suyo sólo era un desmayo pasajero o una triquiñuela, ya que, súbitamente, me dio un golpe en la cabeza y se fue corriendo.

Días después me enteré de que la madre de "mi enemigo" se había ahorcado. En el barrio se comentaba en voz baja el suceso, con más miedo que dolor o respeto. Yo no me animé a averigüar los detalles. Pero quise ir al velatorio, algo que prácticamente desconocía (tenía apenas el recuerdo de la muerte de mi bisabuela a la que no miré, y de unos fotógrafos con cámaras enormes apuntándonos mientras el cajón aparecía por la puerta).

Fui a la casa de la ahorcada -así comenzó a ser llamada-; una casa de chapas rojas edificada sobre una pequeña barranca frente a las vías del tren lechero. Nadie respondió a mis llamados. Unos vecinos me dijeron que habían llevado la muerta a Mármol o a City Bell, pueblo cercano a La Plata.
Cuando encontré el lugar estaba ya cansado, asustado.
No tengo una imagen muy precisa de cómo era aquello.
Es más bien una sensación de penumbra y de ahogo...
Y en medio de la pieza, eso sí, nítido, el cajón sin cruz, y mi amigo, solo, sentado en el suelo, cerca de su madre. Me puse a su lado, me abrazó y me dijo: "Hacía años que estaba loca."
Permanecí hasta el amanecer, sin entender cabalmente qué me había dicho y qué hacía yo allí.





*Introducción del libro "Conversaciones con Enrique Pichon Rivière sobre el arte y la locura" de Vicente Zito Lema

jueves, 13 de noviembre de 2008

Gracias, Buzzi

Por Eduardo Aliverti

Sí, el primer sentido de estas líneas es un profundo agradecimiento al amigazo Eduardo Bu-zzi. Pero el fin no es ése, sino valerse de eso para llamar la atención sobre ciertas opiniones y acciones circulantes.

El presidente de la Federación Agraria produjo uno de los sinceramientos más felizmente brutales de que se tenga registro público. Dijo que “la consigna es desgastar a este Gobierno”, y no hay ninguna posibilidad de que no haya medido que lo dicho no trascendería. Lo aseveró en una reunión de productores agropecuarios con cobertura periodística. Dijo “desgastar”, dijo “erosionar”, dijo “virulencia”. ¿Por qué lo dijo? Porque sabe que tiene que aglutinar la furia de los rentistas rurales pequeños y medianos, so pena de que éstos terminen por no entender cuál fue el negocio de haberse aliado a lo peor de lo peor de la derecha campestre si es que, derrotada la dichosa Resolución 125, acabaron como pato de la boda. Lo reconoció porque, de toda otra manera, sus bases quedarían sin horizonte de lucha donde volcar su resentimiento. La Rural y Cía. ya los usaron de preservativo, los que se jodieron son ellos, el diablo nunca paga bien y entonces Buzzi sale a doblar la apuesta para conservar consenso. Sin embargo, así la razón no fuese ésa y se tratase de cualquier otra, ¿Buzzi dijo algo que no supiesen los que defendieron y se plegaron a la lucha del “campo”? ¿Qué es lo que tanto molesta de su confesión, como no sea el haber reconocido que el objetivo último de la guerra gaucha era imponer condiciones desde una alianza social de derecha? ¿Qué tiene de malo reconocerlo? ¿Que “desgastar” es asociable a “golpismo”? ¿Y qué suponían que era asociarse para defender intereses individuales y de sector contra la intervención del Estado en la economía, por muy sospechoso que fuere para qué quiere intervenir el kirchnerismo? El golpismo ya no adquiere formas militares, pero la política siempre significa vencer al otro en la administración de los conflictos. Buzzi lo verbalizó, lo despejó. Puso negro sobre blanco de qué se trata: derrotar al Gobierno porque afecta sus negocios y la negociación ya no tiene sentido porque al Gobierno no le importa. Esto último podrá estar bien o mal y puede deberse a la convicción oficialista o a que es una gestión de improvisados que resuelve qué hace sobre la marcha; pero lo cierto es que hay una parte que no oculta dónde se para y hay otra que, hasta la “confidencia” de Buzzi, decía que su batalla era por la defensa de la Patria. Y aparece Buzzi y dice no. Dice que es la defensa de ellos, que enfrente hay alguien a quien doblegar y que para someterlo es necesario ratificar el acuerdo con quienes sean, no importa la historia y el olor que desprendan. Qué horror, se espantan sus aliados y simpatizantes sectoriales, políticos y periodísticos. Con todo lo que vivió este país, hablar de “desgastar” a un gobierno constitucional. ¿Se dan cuenta ahora, y no cuando estaban en cadena nacional con un coro uniforme contra la tiranía?

La hipocresía de esa razón tiene su espejo gemelo frente al debate por la reestatización del sistema jubilatorio. El proyecto del Gobierno es o puede ser todo lo desconfiable que se quiera. Hay necesidad de caja para afrontar los vencimientos de deuda; no es un tema que figurase en agenda; lo sacaron de la noche a la mañana en forma desprolija, como casi todas las decisiones que encaran; debieron aceptar varios cambios porque los controles del destino recaudatorio más bien se parecían a un relajo. Pero nadie, con seriedad y honestidad intelectual, puede oponerse a liquidar el más bochornoso de los negociados que dejaron los ’90. Y tanto es así que algunos de los periodistas y comunicadores, de la derecha más modosita, se animaron a inquirir a referentes de la oposición acerca de si sus sospechas sobre la iniciativa oficial implican defender a las AFJP. Ninguno sabe qué contestar. Se enredan en explicaciones con principio pero sin final, arguyen que es una confiscación de ahorros y reclaman por un gran debate. O sea, la nada misma. No se animan a asumir que defienden el régimen de “capitalización” (curiosa palabra, en tanto sus adherentes no hacen más que descapitalizarse de modo progresivo), porque saben que hacerlo es política y técnicamente impresentable. El camino que les queda, en consecuencia, es aprovechar la circunstancia para reagrupar fuerzas a partir de las suspicacias que despierta el proyecto kirchnerista; y desde ahí, intentar la reactivación de lo que Buzzi admitió como meta: desgastar, erosionar. No será precisamente un periodista como el firmante quien vaya a cuestionar que detrás de cada determinación política subyace un posicionamiento ideológico, por acción u omisión. Pero si como juego de razonamiento pudiera aceptarse, con carácter denostador, que detrás de la reestatización jubilatoria hay intereses de construcción de poder que van más allá de la defensa de los fondos previsionales, ¿qué cabe decir de Alfredo De Angeli, Juan Carlos Blumberg & Asociados, el rabino Sergio Bergman y la Corriente Clasista y Combativa, entre muchos otros, sumados a la militancia activa contra el proyecto oficial? ¿Cómo es esa lógica? ¿En un caso hay ideología, en su acepción de ideologismo perverso? ¿Y en el otro hay ciudadanos intachables provenientes de las más variadas esferas, con la sola pretensión de oponerse a un saqueo del Estado?

En el mismo sentido, la marcha de los “pañuelos negros” frente a la residencia presidencial de Olivos, por parte de víctimas de delitos urbanos, cuenta también con el concurso de quienes se enfrentan a las retenciones agropecuarias y al cambio del sistema de jubilaciones. ¿Alguien le pregunta a De Angeli qué cuernos hace en una manifestación de víctimas de la inseguridad, en la que además participa como organizador? No. ¿Está mal que organice y participe? No, está perfecto: es un actor político en legítima función de desgastar a su oponente. ¿Alguien le pregunta a un rabino qué hace jugando un papel público contra la vuelta de las jubilaciones al Estado? No, y se copia la secuencia de respuesta anterior. Lo que resulta vomitivo es el cinismo de disfrazar esa tarea de opositor activo bajo el antifaz de la mera indignación como “simple ciudadano”. Lo que no se aguanta es que quieran ignorar como si tal cosa el subtexto de convocar, en la Argentina, a una marcha con pañuelos que no sean blancos. La producción de sentido que eso significa. El proyecto político que eso quiere decir.

Así que gracias, Buzzi. Un millón de infinitas gracias por contribuir a dejar bien claro desde dónde se habla y se hace, y con quiénes. Nadie ha pasado tan en limpio cuáles son las alianzas sociales que están hoy en juego en este país.

Quién leyó esto?digo...quién leyó esto se interesó también por:(?)
Diario Perfil
Diario Clarín
Diario La Nación

martes, 21 de octubre de 2008

Un poco de humor

Bueno para cambiar un poco el ambiente, ofrezco hoy un poco de humor, con amor, de Jebucristo para el mundo capitalista, en tiempos en los que vendría bien invertir un poco de tiempo en humor...Un ejemplo gráfico de cómo funciona Wall Street, recibido en el boletín de HumorMDQ.

Wall street y los monos

Una vez llegó al pueblo un señor, bien vestido, se instaló en el único hotel que había, y puso un aviso en la única página del periódico local, estaba dispuesto a comprar cada mono que le traigan por $10.

Los campesinos, que sabían que el bosque estaba lleno de monos, salieron corriendo a cazar monos.

El hombre compró, como había prometido en el aviso, los cientos de monos que le trajeron a $10 cada uno sin chistar.

Pero, como ya quedaban muy pocos monos en el bosque, y era difícil cazarlos, los campesinos perdieron interés, entonces el hombre ofreció $20 por cada mono, y los campesinos corrieron otra vez al bosque.

Nuevamente, fueron mermando los monos, y el hombre elevó la oferta a $25, y los campesinos volvieron al bosque, cazando los pocos monos que quedaban, hasta que ya era casi imposible encontrar uno.

Llegado a este punto, el hombre ofreció $50 por cada mono, pero, como tenia negocios que atender en la ciudad, dejaría a cargo de su ayudante el negocio de la compra de monos..

Una vez que viajó el hombre a la ciudad, su ayudante se dirigió a los campesinos diciéndoles:
- Fíjense en esta jaula llena de miles de monos que mi jefe compró para su colección, ni recuerda que los tiene. Yo les ofrezco venderles a ustedes los monos por $35 y cuando mi jefe regrese de la ciudad, se los venden por $50 cada uno.

Los campesinos juntaron todos sus ahorros y compraron los miles de monos que había en la gran jaula, y esperaron el regreso del 'jefe'... Desde ese día, no volvieron a ver ni al ayudante ni al jefe. Lo único que vieron fue la jaula llena de monos que compraron con sus ahorros de toda la vida.

Ahora tienen ustedes una noción bien clara de:

Cómo funciona el Mercado de Valores, la Bolsa y Wall Street